domingo, 14 de noviembre de 2010

Es difícil hablar de amor, cuando se tiene el corazón roto; bueno a estas alturas, mi corazón ya no lo está, pero aun siento como una parte de él fue hurtada, la inocencia…

Le conocí en mi época universitaria, el segundo semestre, un chico de mediana estatura, algo corpulento, de ojos comunes, pero profundos; misterioso, simpático… hermoso.

¿Qué inaudito es el amor?, puede pasar de los tonos más claros, a los más oscuros, con o sin matices, y miles de sentimientos, acciones y confusiones que te hacen sentir con vida. Una vida sin amor, se siente vacía, pesada y en todos los casos, monótona.

Por cosas del destino nos empezamos a hablar, uno que otro saludo por la universidad si topábamos, una que otra mirada a lo lejos, divisándonos, nunca en un sentido romántico, simplemente, interés.

Fue gracias a Facebook (bendita herramienta de comunicaciones) que me hiso llegar el primer mensaje de preocupación, al verme algo ofuscado por los pasillos del instituto, enojado, apenado y con miles de emociones negativas; ahí despeje dudas, aparte de lindo; preocupado, y más adelante descubriría que es muy inteligente también.

Hablábamos horas y horas, debatíamos distintos tipos de temas, era agradable tener alguien con quien charlar cosas de culto, alguien que tuviera una opinión sólida y formada. Entre los temas de conversación hablamos un día, de la homosexualidad.

Qué difícil es ser gay, no solo aquí en Chile, en todo el mundo; sentirte fuera de tono, extraño, un bicho raro por no sentir atracción sexual por el sexo opuesto, siempre he pensado que el amor transciende el género de las personas, es por eso que para mí no existen personas homosexuales ni heterosexuales, solo existen los actos denominados como tal.

El muchacho, evangélico y moralista, manifestó su desacuerdo frente a dichos actos, manifestando la “anti-naturalidad” de estos. Yo pensaba: “diablos, que mal que este chico no sea gay” (o como dije anteriormente, no manifieste deseos por dichos actos), en fin, yo ya me había resignado hace un tiempo de que él lo fuera, no lo parecía y no tenía ganas tampoco de averiguarlo, me gusta compartir con gente que tenga tema de conversación, y él lo tenía, me daba igual si fuese gay o no.

Un día nos juntamos en mi casa a charlar, fue una tarde genial, almorzamos, tomamos una cerveza (que al tiempo me dijo no le gustaba) y charlamos un buen rato; nos fuimos a dormir un momento y ahí fue cuando todo lo que pensaba dio un giro, el chico en cuestión me abrazo y estábamos tan cerca que podía sentir su corazón latir, fuerte, nervioso, como cuando estamos en esas instancias de arriesgarlo todo por el nada, o como este caso, por el todo. Me ahorrare los detalles de lo que paso después, momentos hermosos que elevaban mi alma a un plano desconocido por mí hasta ese momento… amor.

Pasaron meses, llegaron las vacaciones, nos comunicábamos pero ya no era lo mismo; me decidí a contar mi preferencia homosexual a mis padres… lo cual desato un pánico enorme, entre ellos, que el chico del cual estaba “flipado” se alejara de mí; el amor es misterioso, a veces muestra máscaras extrañas y en ese momento mi mascara era el orgullo; la molestia que sentía era tan grande, que preferí cortar todo tipo de contacto con él, mi corazón nunca iba a estar sincronizado con el suyo, eso era un hecho, yo viviendo mi vida tranquilamente, sin secretos, y él, escondiendo sus sentimientos; la verdad no me molestaba fingir en la universidad, no me importaba siquiera no hablarnos allí, pero él ni siquiera se tomó la molestia de hacerlo en otra parte.

Después de perder contacto, el destino nos reunió tres veces más, con estas cosas místicas de la vida en donde hablamos y nos comprendimos mejor. Nunca he creído en las coincidencias, él tampoco, así que decidimos volver a ser “amigos”, pero nada cambio las cosas, ni siquiera que yo me hubiera mudado a la cuidad donde estudiamos (vivía en un pueblo cercano a esta ciudad); para él, yo solo fui el chico que le quería y podía entregarle cariño cuando él lo necesitara.

Naturalmente, las cosas se gastan, y así se gastó la “relación” que teníamos; es cómico, su máscara fue la vergüenza, él no quería que nadie lo viera conmigo por temor a que los demás sospecharan que el también fuese gay. ¿Puede alguien vivir con vergüenza?, creo que es lo peor que alguien puede escoger para vivir, vergüenza de ser quien eres, vergüenza de encontrar la felicidad, vergüenza de no poder alcanzar tus sueños y vivir en la burbuja del prejuicio y la soledad.

Hace ya meses que no sé nada de él, el me arrebato lo más lindo que tiene el amor, la inocencia; algo que es muy difícil de recuperar cuando lo has perdido, y algo por lo que muchos lloraron, lloran y llorarán, algo que marca la diferencia entre el primer amor y los venideros, algo que todos perdemos tarde o temprano, con el pasar del tiempo.

Solo espero que su vida este llena de paz y valor, para que algún día alcance la felicidad… en cuanto a mí, ya he recogido todos los fragmentos de mi corazón y los he unido, con el afán de encontrar otra alma viajera, otro corazón con el cual poder compartir recuerdos, que solo Dios sabrá, si serán eternos.


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