martes, 21 de septiembre de 2010

Le he dado vueltas a un asunto que no tiene pies ni cabeza, porque simplemente, en un espacio tiempo lineal, el orden no puede ser de otra manera… uno crece, para avanzar, para desarrollarse como persona, para construir un futuro.
¿Pero realmente avanzamos cuando crecemos?, es difícil descifrar ciertas cosas, personalmente al ir creciendo, siento que he avanzado, pero aun me faltan millones de montañas, valles, desiertos, mares, costas, prados, y volcanes por recorrer antes de decir que he logrado algo con mi vida.
Me entristece ver el mundo en el que vivo, el odio, la avaricia y  el rencor se han apoderado de una importante cantidad de seres humanos; a esto apunto, cuando hablo de avanzar, es imposible hacerlo mientras tengamos esos sentimientos en el corazón, tal vez consigan dinero, fama, propiedades, poder; ¿pero es realmente gratificante?.
¿Cuántos no hemos dicho “me gustaría volver a ser pequeño” o “crecer es una mierda”?, consiente o inconscientemente, decimos esto porque nos damos cuenta en la calidad de mundo en el que vivimos, y lamentablemente, en la calidad de vida que formaremos.
Somos tan, tristemente, vulnerables ante los sentimientos, y más aun, a los malos sentimientos, ¿por qué es más fácil hacer lo incorrecto a hacer lo correcto?, ¿por qué siempre es más fácil escudarse en una mentira, o vivir en ella, en vez de hablar con el corazón?, ¿por qué siempre es más fácil, preocuparse de uno mismo, que preocuparse por el hermano que esta a tu lado?. En teoría, el ser humano no es un animal, muchos los dicen, pero al ver la sociedad en la que vivo me doy cuenta que hasta los animales son más evolucionados que uno, es cosa de ver a los políticos, a los cabecillas de iglesias o a los lideres en un curso del colegios, mientras más poder puedan adquirir, mas ciegos a sus sentimientos positivos están. Es cosa de ver los conflictos en mi país; el odio mutuo del pueblo Mapuche contra el estado y nosotros, sus hermanos Chilenos; es cosa de ver a los afectados del gobierno militar, llenos de ira, pena, rencor y odio en sus corazones por un acontecimiento que dejo una herida, que nunca podrá sanar y si vamos a  un ámbito más general, simplemente hay que ver, a los grandes; temerosos de oponerse al más fuerte, a llevar a cabo sus ideales, a simplemente gritar BASTA, al abuso, al maltrato, a la explotación de la naturaleza y la humanidad, todo por miedo a un ataque nuclear.
Entonces, ¿Es esto avanzar?, ¿Es esto evolucionar?, no lo creo.
Si tan solo recordáramos la inocencia  de nuestra infancia, la época en que comíamos dulces, la época en la que el dinero no era lo más importante, la época en la que solo nos importaba jugar, reír, ser acariciado por nuestras madres y simplemente admirar todo, a través de esos ojos inocentes, llenos de brillo e ingenuidad.
Hoy en día la pena abunda en mi alma, al ver que los adultos han contaminado esa inocencia, han arrebatado sin consideración, han hurtado esa fragilidad impagable que tuvieron y que teníamos nosotros en un tiempo pasado imperfecto.
Solo ruego, porque algún día las personas habrán nuevamente sus corazones, acepten las pruebas de la vida, por muy duras que sean,  y que revivan esa inocencia que tenían de pequeños, que perdonen, que se autoperdonen, que sonrían, que se amen y por sobretodo que se respeten, para que así algún día, tener todas esas montañas, valles, desiertos, mares, costas, prados, y volcanes recorridos y poder decir que si hemos avanzado en nuestras vidas.


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¿Crecer = Avanzar? by Victor Lucero is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.0 Chile License.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Escrito de Pedro Lemebel, inmenso escritor Chileno, sin embargo... hambriento y sediento de venganza, en el cual su literatura refleja (personalmente) que se alimenta constantemente del resentimiento y el odio del pasado he incluso del mismo presente; aun asi, no deja de tener razon, en un sentido hiperbolico de la palabra. y escupiendo un poco de veneno a la ciudadania que no encaja en sus pensamientos. ¿Como llegar a un consenso sin que el odio o la avaricia termine acabandonos?... dificl encrucijada...


LA VERGUENZA DEL VIL CENTENARIO

de Pedro Lemebel, el El Domingo, 12 de septiembre de 2010 a las 22:56
 
 Son tantos días que llevan mis hermanos mapuches en huelga de hambre, y este país glotón saciándose con sus asados de fiestas patrias, con sus banquetes por el vil centenario, por las reuniones de mantel largo que se les dará a las visitas imperiales que vienen a degustar el salmón al pil pil , el guachalomo frufrú o las papayas con albaca que les ofrecerá la presidencia de la derecha.
 La vergüenza es un manjar amargo que se masca y cuesta tragar, más aun cuando se sabe que un grupo de mapuches en el sur del país se niegan a probar bocado en señal de repulsa frente a la injusticia. En señal de protesta por la maldita ley antiterrorista que los tiene encarcelados y se les aplicó por defender sus derechos ancestrales. Una vez mas el pueblo mapuche es agredido en su propia tierra. Y digo “propia” porque estoy hablando de sus praderas verde olivar, de sus lomajes azules, amarillos, rosados que pinta el tornasol de las flores que en esta época acuarelan el paisaje sureño donde antaño la raza indómita miraba los amaneceres sin lentes de sol.
Resulta vergonzoso saber que este grupo de personas permanece encarcelado solo por manifestarse contra el yugo cultural impuesto. Y que hacer con esta rabia cuando vemos que los medios de comunicación casi no informan de esta protesta que puede terminar con algún comunero muerto por inanición.  Algunos de ellos tienen mareos y casi no se sostienen en pie. Nadie se preocupa tanto, y las autoridades y ministros faranduleros se hartan de comistrajos finos en los banquetes de palacio, cual obesos budas de la verborragia. Ojala les de colitis, una diarrea putrefacta que los arrastre por el water hasta el mismísimo mar. Y ni aun así se les borra la sonrisa hipócrita que lucen para las cámaras. Ni aun así dejan de masticar sus discursos entre canapé y canapé. Comen y comen y se comen a si mismos en la degustación mezquina de sus manjares y exquisiteces. Comer y cagar es su dieta para no saber que el grupo mapuche se niega a probar bocado, como si este gesto fuera un negarse a negociar, como si este gesto de mudez se negara a asumir el lenguaje del conquistador. “La porfía silencio es el estandarte de un pueblo que no le dio entrevistas a la historia”. No es el que calla otorga, aquí no hay nada que otorgar ni tranzar.
Viene el 18 de septiembre, y todos se preparan para la gran cena del bicentenario. Con empanadas de pavo o faisán, con asado de filete, mejor pescado, dice la ministra cuica tocándose la cintura de mosca, mordiendo apenas una aceituna rellena de anchoas. Mientras allá en el lluvioso sur las bocas cerradas de la tierra agonizan en su huelga de hambre. El invierno se termina, cae la ultima llovizna en la capital, también ruedan opacos lagrimones por la mejilla rugosa de una abuela machi. Llego de improviso la primavera, millones en fuegos artificiales para el vil centenario, vemos jirones de luces a lo Hollywood desde La Moneda. A los comuneros mapuches les enrejaron el cielo. Un estremecimiento de tripas marcará este dieciocho. La carne se quema en la parrilla, el vino blanco con chirimoya se entibia por el calor. El vahído de una nausea ancestral distorsiona el himno patrio que se escucha en casi todos los hogares chilenos.
 

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